Importancia de las relaciones hipnóticas en la infancia

 Las experiencias hipnóticas de la primera infancia tienen una enorme significación para la supervivencia, el desarrollo, la educación y la formación de la personalidad del individuo.

Es bien sabido que los niños entran fácil y rápidamente en el estado hipnótico. El único requisito es que se sepa ganar su confianza. Por esto a veces se aconseja a los novicios comenzar su aprendizaje de inducción hipnótica con niños.

Se ha comprobado, además, que las técnicas de inducción hipnótica son muy semejantes a los procedimientos que las madres emplean normalmente para tranquilizar, acariciar o arrullar a sus hijos.

Entre otros autores, H. Rosen ha señalado que en la inducción hipnótica las cadencias y la modulación de la voz del terapeuta «duplican el tono y la manera de un padre cariñoso, quien gustosamente lee cuentos de hadas a un niño de tres años de edad…»; Ambrose ha indicado los elementos de inducción hipnótica que están presentes en las canciones de cuna, los cuentos infantiles y las palabras tranquilizadoras de las madres: LeCron y Bordeaux han afirmado que la madre hipnotiza a su hijo cuando lo arrulla cantándole suavemente y acunándolo en sus brazos; y Ferenczi ha sido el primero en describir el «hipnotismo materno», derivado de una actitud autoritaria. No se trata de una semejanza superficial, como podría pensarse, sino de una total equivalencia.

Los autores han hecho un experimento en base a este punto con niños particularmente pequeños.

Elegimos de una Policlínica un grupo de niños, física y psicológicamente sanos, de 25 a 37 meses de edad: el nivel de edad más bajo en lo que los encontramos capaces de comprender lo que queríamos decirles.

Comenzamos haciendo varias visitas al ambiente familiar de cada uno de los seleccionados con el propósito de observar todos los matices del trato cariñoso que la madre y los demás componentes del hogar proporcionaban al niño al alimentarlo, vestirlo, bañarlo, arrullarlo, etc., y a la vez, para obtener la confianza del pequeño.

Logrado esto, la madre nos traía al chico al consultorio a «visitarnos», como si lo hubiera llevado a visitar a un viejo y buen familiar. En un momento oportuno dirigíamos al niño a un sillón acogedor e intentábamos imitar el trato cariñoso de la madre lo más exactamente posible, repitiendo sus diminutivos, sus palabras de elogios, y los cuentos sencillos que les habíamos oído contar. Hablábamos con una voz suavemente modulada, a veces acariciando al niño. Al mismo tiempo intercalábamos «sugestiones», diciendo, por ejemplo: «te estás poniendo blandito…, blandito…; tus manos, tus piececitos… se están poniendo bien blanditos…, estás como en un bañito tibio… y lo encuentras lindo…, calentito… y estás bien blandito…, blandito…; tu cuello… tus manos…, todo está blandito… Me haces caso sólo a mí…, no le haces caso a nada más…, sólo a mí… Tus ojitos se están poniendo pesados… pesados… y se quieren cerrar… ciérralos… Tú estás tranqulito y contento… Pronto…, muy pronto…, tú vas a ver algo…. Vas a ver un árbol… con una manzana grande y roja… como en tu libro de cuentos… La manzana va a tener ojitos…, naricita…, boquita… y orejitas… todos colorados…, y te va a sonreír… y tú vas a sonreírle a ella…»

En un lapso de 4 a 35 minutos, vimos a los niños ablandarse, quedar quietos, dejar caer sus párpados y mostrar una expresión facial particularmente plácida.

Es obvio que para provocar los «fenómenos de comportamiento» que se consideran característicos del estado hipnótico, hay que vencer una dificultad: la de hacer que los niños comprendan lo que queremos de ellos. Logrado esto, los «fenómenos» se obtienen como en cualquier otro hipnotizado.

El mismo método de inducción hipnótica que imita el proceder materno, aplicado a niños mayores, nos ha permitido obtener fenómenos más complejos, haciendo uso de la capacidad más desarrollada de estos niños para la expresión verbal de sus fantasías y sus experiencias subjetivas. (Para los niños de 6-9 años se utiliza también el hipnotismo de tipo «paterno», es decir, «autoritario»).

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